Según especialistas reunidos en Sevilla, si privamos de sueño a una persona, los cambios cuantitativos y cualitativos en las memorias recién adquiridas no se producen o bien disminuyen considerablemente en magnitud.
Los trastornos del sueño afectan a la consolidación de nuevos conocimientos, lo que podría derivar en pérdida de memoria, según destacan los especialistas reunidos en el simposio sobre memoria y sueño de la XX Reunión Anual de la Sociedad Española de Sueño (SES), celebrada en Sevilla.
A día de hoy, los expertos han podido averiguar que tras un periodo de sueño se producen cambios cuantitativos y cualitativos en las memorias recién adquiridas, “es lo que conocemos como proceso de consolidación”. “Pero también sabemos que si privamos de sueño a una persona, estos cambios o bien no se producen o bien disminuyen considerablemente en magnitud, y lo que es más importante aún, este efecto perdura en el tiempo”, detalla la especialista de la SES Mercedes Atienza.
De hecho, a la hora de analizar al detalle el papel específico que juega el sueño en la memoria, los somnólogos reconocen que “la teoría que ha recibido más apoyo propone que los procesos que tienen lugar durante el sueño, sobre todo los que afectan a la red neural implicada en la formación de la nueva memoria, son responsables de reactivar en determinadas regiones del cerebro la información adquirida durante la vigilia, para luego transferirla a la corteza cerebral”, explica el organizador del simposio, José María Gaztelu.
La reiteración de estos procesos que ocurren durante la noche, y en las noches siguientes, conduciría a una independencia de las regiones inicialmente implicadas en la adquisición de la memoria, al tiempo que favorecería su integración con otras memorias.
En palabras de los somnólogos, “se piensa que estos procesos que tienen lugar sobre todo en la primera mitad de la noche, dominada por el sueño de ondas lentas, prepararían el substrato adecuado para que luego, durante la segunda mitad (en la fase de sueño REM) se desarrollen los procesos locales que conducen a la estabilización y fortalecimiento de las conexiones sinápticas que subyacen a los nuevos trazados de memoria”.
Por otro lado, las alteraciones del ritmo vigilia-sueño, típicas en las personas en edad avanzada también provocan déficit de memoria. “De hecho, se piensa que las pérdidas de memoria asociadas a la depresión y a enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad podrían deberse a una alteración del ritmo circadiano”, aclara el especialista en sueño José Luis Cantero.
Por ello, en la actualidad, en el laboratorio del Dr. Cantero se están llevando a cabo estudios encaminados a determinar los cambios que se producen en los patrones de sueño de personas que tienen un alto riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Sus resultados preliminares sugieren que durante las fases previas al desencadenamiento de la enfermedad, denominadas deterioro cognitivo leve de tipo amnésico, estas personas presentan una disminución significativa del sueño REM, acompañada de una mayor presencia de despertares durante el sueño de ondas lentas.
Otros estudios recientes apuntan a que las lesiones neuropatológicas que caracterizan a la enfermedad de Alzheimer podrían estar desarrollándose décadas antes de que se manifiesten los primeros signos.
En concreto, investigaciones realizadas revelan que las personas con alto riesgo de padecer Alzheimer presentan una atrofia selectiva de las neuronas del núcleo basal de Meynert que correlaciona positivamente con una pérdida de la función cognitiva. “Y son estos mismos pacientes con deterioro cognitivo leve los que presentan una disminución significativa del sueño REM”, explica el Dr. Cantero.